lunes, 27 de marzo de 2017

El Club de las EX

No se cómo pasó. Ni qué fue primero, si la empatía o la curiosidad. Pero un domingo hace poco, un domingo de esos en los que te la pasas tirada en el sillón, chocolate, zapping, siesta, de pronto me encontré chateando con una ex. Mejor dicho, una ex de mi ex.
Nos conocíamos apenas de las redes, sabíamos la una de la otra, manteníamos una distancia higiénica, favearnos de vez en cuando, una vez me había contactado por laburo y no mucho más, pero esa tarde de domingo nuestro chat ardió. Ni se les ocurra delirar una historia erótica. Lo más cerca que estuvimos de eso fue haber compartido el mismo sommier en distintos momentos de la vida.

-Hola! Gracias por escuchar el material. Fueron días intensos, me separé”
-… (ni se me ocurrió decirle que ya estaba enterada porque la había stalkeado recientemente)
-me tomé vacaciones y estoy tratando de descansar. No quiere verme, ni me habla. Viste cómo es él...

A veces la sororidad puede volverse una trampa. (Sororidad: del latín Sor, nada que ver con la religión sino con la idea de mujeres hermanadas bajo una misma causa, pongamos la lucha antipatriarcal). Ese mandato solidario supone un pacto que nos pone a salvo, sabemos que ahí donde otros ven una rival, nosotras tenemos una aliada.

Una hora y media estuvimos. Nos contamos TODO. Hablamos del departamento que compartimos (con él), del barrio, de nuestros hijos (el de ella y el mío), de música y hasta de la señora que iba a cocinar(nos) cada quince días. Me confesó que al principio estaba muerta de celos conmigo. Hablamos de laburo, de feminismo, de las miserias del mundillo y casi terminó invitándome a un concierto que –seguro- me iba a encantar porque “al final somos re parecidas” sentenció. Debo decir que un poco me incomodó ese guiño de “sabes de qué te estoy hablando”, esa repentina intimidad que a veces se da con un desconocido y nos deja un poco perplejas y otro poco fascinadas. Le hubiera dicho ´ay no, ni idea, conmigo él era distinto, además ya me olvidé de esa historia´ pero lo cierto es que podía entender perfectamente qué me estaba diciendo. Quién mejor que yo para comprenderla, si había estado ahí. Creo que en otras circunstancias hasta podríamos habernos hecho amigas. Pero aliarme con la mujer que acaba de divorciarse de mi último ex me pareció un demasiado, así que suspendimos el café.

Después me quedé pensando en la cantidad de veces que dilapidé mi sororidad con cualquiera y sentí un poco de culpa. He estado en cumpleaños donde la agasajada había sido amante de mi entonces pareja, ellos a los abrazos y yo, regalito en mano, sobreactuando encanto a sabiendas de esa amistad licenciosa que por supuesto todos en la fiesta conocían. Otra vez me tocó entrevistar a una actriz, mujer de un galán con el que había experimentado hacía tiempo una desventura sexual. Le sonreí todo el rato mientras pensaba que las dos sabíamos que ese novio suyo tenía el pito corto.

Por supuesto que hay excepciones y si vas a hacerte amiga, que sea con la ex de tu actual. Llegué a comprarle la parte de un auto que era bien ganancial, hemos compartido fiestas escolares, campeonatitos de fútbol, ronda de mate en plan familia ensamblada y cada tanto hasta nos cuida al nene para que podamos salir con mi marido, cuando nos falla la niñera.

Creo que a esta altura ya podríamos armar un club. El Club de las Ex. ¿La sororidad no era esto?


Valeria Sampedro.
Nota publicada en Revista ParaTi el 25/3/17