martes, 8 de noviembre de 2016

El marketing del feminismo

Friditas por todos lados. Muñecas, almohadones, carteritas, macetas, fundas de celular. La nueva ola feminista tiene ya su versión marketinera con Frida Kahlo a la cabeza como ícono de lucha y ofrece merchandising para todas y todas: fondos de pantalla, botones, billeteras, mates, posavasos, ¡hasta zapatillas! Su imagen se multiplica estampada en un catálogo infinito de clishés. No voy a permitir que el fenómeno comercial banalice mis convicciones, pero debo confesar que esas chucherías, las tengo casi TODAS.

¿En qué momento me convertí en una militante fashion? Me lo pregunto con auténtica curiosidad y cierto enojo. No es que la zapoteca no tenga mérito. Una mujer atravesada por la tragedia; cuerpo frágil, mente brillante, rebelde, desprejuiciada. Encima artista, bisexual y fea. Fui devota de Frida incluso antes de volverme feminista, mucho antes de ensayar dejarme el bigote. Devoré su biografía, estuve en la casa de Coyoacán cuando a los veinte me fui de mochilera a recorrer México, me volví fan de sus cuadros, pinté mi habitación de ese azul soñado. Pero un buen día, hace poco, de golpe me vi rodeada por la industria feminoide. Imanes, agendas, latitas, espejos. Ver a Frida, a mi Frida convertida en Che Guevara me dio pena, pena por las que no entendimos nada.

Una se compra encantada la taza ´We can do it!´ y hasta se pone a ensayar el corte de manga frente al espejo -todo tal cual, camisa azul arremangada, vincha roja, la firmeza del puño cerrado-. El desafío es cuánto más allá de la selfie somos capaces de llevar la pose aguerrida. Con la militancia convertida en objeto de consumo, el compromiso se juega en las remeras como máxima expresión de poner el cuerpo.

Una remera que diga.

Yo elijo cómo me visto y con quien me desvisto

Somos las nietas de las brujas que no pudiste quemar

Disculpen las molestias, nos están matando

En tren de iconografiar la lucha podes encontrar banderas, musculosas, prendedores #Niunamenos (lo último es el café NUM que ofrece el bar Varela-Varelita con el dibujo hecho espuma a tope del pocillo); pañuelos verdes de la campaña por el aborto legal, seguro y gratuito; avatares de mujeres maravilla, chicas superpoderosas, blancanieves con pasamontaña. Acaso exista un marketing del empoderamiento, es probable. Sumale a eso que la era tuiter propicia la liviandad del decir-repudiar-opinar-escrachar-militar desde un teléfono. La resistencia en un click. Pero se sabe también que las redes hoy son capaces de mover el mundo y sacar una multitud a la calle, a pesar de los trolls. 

De vez en cuando pasa. Las consignas de las remeras se vuelven grito, los pañuelos verdes logran sacar a una piba de la cárcel, la pilcha se tiñe de negro convertida en uniforme de luto y las chicas superpoderosas se encarnan en un ejército de mujeres capaces de parar el país por un rato. Para que nos vean, para que nos escuchen, para que nos presten atención. Estoy segura de que esas también son las friditas que supimos conseguir.


Valeria Sampedro.
Nota publicada en la Revista ParaTi (4/11/16)

1 comentario:

  1. Comparto tu punto de vista. La moda se plagó de Fridas y todo el mundo dice "ni unx menos" de manera banal.
    El capitalismo una vez más metiendo el hocico

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