Friditas por
todos lados. Muñecas, almohadones, carteritas, macetas, fundas de celular. La
nueva ola feminista tiene ya su versión marketinera con Frida Kahlo a la cabeza
como ícono de lucha y ofrece merchandising para todas y todas: fondos de
pantalla, botones, billeteras, mates, posavasos, ¡hasta zapatillas! Su imagen se
multiplica estampada en un catálogo infinito de clishés. No voy a permitir que
el fenómeno comercial banalice mis convicciones, pero debo confesar que esas
chucherías, las tengo casi TODAS.
¿En
qué momento me convertí en una militante fashion? Me lo pregunto con auténtica
curiosidad y cierto enojo. No es que la zapoteca no tenga mérito. Una mujer
atravesada por la tragedia; cuerpo frágil, mente brillante, rebelde,
desprejuiciada. Encima artista, bisexual y fea. Fui devota de Frida incluso
antes de volverme feminista, mucho antes de ensayar dejarme el bigote. Devoré
su biografía, estuve en la casa de Coyoacán cuando a los veinte me fui de
mochilera a recorrer México, me volví fan de sus cuadros, pinté mi habitación de
ese azul soñado. Pero un buen día, hace poco, de golpe me vi rodeada por la
industria feminoide. Imanes, agendas, latitas, espejos. Ver a Frida, a mi Frida
convertida en Che Guevara me dio pena, pena por las que no entendimos nada.
Una
se compra encantada la taza ´We can do it!´ y hasta se pone a ensayar el corte
de manga frente al espejo -todo tal cual, camisa azul arremangada, vincha roja,
la firmeza del puño cerrado-. El desafío es cuánto más allá de la selfie somos
capaces de llevar la pose aguerrida. Con la militancia convertida en objeto de
consumo, el compromiso se juega en las remeras como máxima expresión de poner
el cuerpo.
Somos las nietas de las brujas que no
pudiste quemar
Disculpen las molestias, nos están
matando
En
tren de iconografiar la lucha podes encontrar banderas, musculosas, prendedores
#Niunamenos (lo último es el café NUM que ofrece el bar Varela-Varelita con el
dibujo hecho espuma a tope del pocillo); pañuelos verdes de la campaña por el
aborto legal, seguro y gratuito; avatares de mujeres maravilla, chicas
superpoderosas, blancanieves con pasamontaña. Acaso exista un marketing del
empoderamiento, es probable. Sumale a eso que la era tuiter propicia la
liviandad del decir-repudiar-opinar-escrachar-militar desde un teléfono. La
resistencia en un click. Pero se sabe también que las redes hoy son capaces de
mover el mundo y sacar una multitud a la calle, a pesar de los trolls.
De vez
en cuando pasa. Las consignas de las remeras se vuelven grito, los pañuelos
verdes logran sacar a una piba de la cárcel, la pilcha se tiñe de negro
convertida en uniforme de luto y las chicas superpoderosas se encarnan en un
ejército de mujeres capaces de parar el país por un rato. Para que nos vean, para
que nos escuchen, para que nos presten atención. Estoy segura de que esas también
son las friditas que supimos conseguir.
Valeria Sampedro.
Nota publicada en la Revista ParaTi (4/11/16)
Comparto tu punto de vista. La moda se plagó de Fridas y todo el mundo dice "ni unx menos" de manera banal.
ResponderEliminarEl capitalismo una vez más metiendo el hocico