>> Entrando a clase de Hatha Yoga. Desconecto x una hora. Ommmm
Por un rato el
alma. Respiración, mudra. Un poco de conexión con el adentro en vez de tanto
tuit. Aunque sea una hora, dos veces a la semana. Llegar a un lugar que no es
tu casa, descalzarte y experimentar la abstinencia del smartphone ya es todo un
gesto de espiritualidad.
Saludo al sol, trikonasana,
postura del león (no, nada que ver con el kamasutra amigos): sentada sobre los
talones, brazos estirados, ojos apuntando al entrecejo, la lengua afuera.
Tu cara más
ridícula y que nadie esté mirando. ¡Qué alivio!
Un pelado en
ojotas y pantalón de bambula da la bienvenida; se escuchan pajaritos, hilos de
agua, soplos de viento; al rato ya te sentís parte de un paisaje de ensueño, entregada
al ir y venir del aire. Tu prana en franca expansión, los chakras a punto de
alinearse… cuando, de golpe, se escucha la vibración. De un celular.
Suficiente para
dinamitar cualquier intento de abstracción. Entonces comprendés, en ese mismo
instante, que todo lo que te rodea es una farsa. Qué hago acá en
el piso con esta gente, cruzada de piernas y oliendo a sahumerio. Pretendiendo un
más allá, si en lo único que estoy –estamos- pensando es en salir corriendo a
nuestros morrales de feria para chequear el whatsapp. Estoy quemada si pago 700
pesos por un retiro espiritual que consiste en apagar el teléfono y encerrarme
en una habitación a respirar profundo. Respiro profundo porque no soporto tener
el celu apagado. Esa es la verdad. Mejor me hago
cargo y entro en el centro de Rehabilitación para Onanistas Virtuales que me
recomendó Erica García.
>>Mi autoestima no depende de tu like
Todo bien con el
intento de bajar un cambio, pero sepamos que es un snobismo y que este almita
zen hecha de pasiflora se esfumará apenas crucemos el umbral: cuánto tardaremos
en postear otra selfie. Vamos chicas, de nuevo a sonreír o poner trompita,
meter panza, sacar cola, apretar los brazos en un último intento por dignificar
el escote; la frescura sobreactuada, un filtro de Instagram y muchos, muchos megusta.
El señor bambula
lo sabe.
Entiende
perfectamente adonde vino a poner su instituto de yoga y descarga su lección
del día: “Sacúdanse el ego –dice-. Anden livianos”. Relajación, om shanti y
hasta el próximo martes.
Subo a mi
bicicleta de paseo acquamarina con canasto de mimbre para volver a casa y me
quedo pensando: voy a tener que hacer algo con mi propia estupidez. Sobre todo
ahora que llegué a los 10 mil seguidores de Twitter.
¿Llegué?
ValeriaSampedro.
nota publicada en ParaTi el 22/1/16