Hablemos del clítoris de Ayelén Paleo. Ojo, no tengo ningún pudor sobre el
tema y milito porque cada mujer haga con su cuerpo lo que se le cante, aunque
verlo tan en primer plano, que me asalte un clítoris a la vuelta de una página
de revista, debo reconocer, me resultó chocante. ¿Qué necesidad de exhibir tan
abiertamente esa lonja de carne íntima y por demás sensible?
Claro que la revista en cuestión es Playboy. Pero pensaba, ahora lo
escribo, que justo antes de anunciar el fin de los desnudos esto debe ser una
especie de catarsis cárnica o bacanal vaginal.
La cosa fue así. Mi marido llega a casa con su ejemplar de Playboy y lo deja
sobre la mesa, sin disimulo. Fueron las 20 preguntas a Agustina Kampfer
(vestida) lo que le llamó la atención y por eso decidió comprarla. No dijo nada
del clítoris de Paleo. Como es una publicación que no suelo consultar, cuando
me dieron ganas de ir al baño la lleve conmigo.
La experiencia fue más que
interesante; para una feminista que no hace un culto de las axilas pobladas
pero se permite recreos entre depilación y depilación, ver todas (T O D A S)
vulvas depiladas me indignó un poco. ¡Denunciemos el desmonte femenino
muchachas!
Pero volviendo a la exuberancia de Paleo, que no se guarda en esta producción
de fotos ni un centímetro de insinuación –hasta se apoya el dedo índice en el
borde de la boca, imagínense-, me pregunto qué clase de excitación, que efecto
eréctil podrá causar este pequeño bandoneón de piel puesto en primerísimo
plano, tan blanco, tan photoshopeado, tan desexualizado, sobre mi marido, sobre
todos los maridos?
Fin de la disquisición. Es medianoche y me estoy yendo a dormir. Zapping
previo por lo de Fantino, donde un día de estos irá Paleo a mostrarse, aunque
ya no le queda nada por mostrar.
Valeria Sampedro.