viernes, 21 de noviembre de 2014

Recriminaciones de una feminista con mucama.

Eso de que los extremos se tocan. Nada. Que en una sobredosis de Entremujeres de golpe sentí una opresión, el corazón galopando a lo loco, la garganta un nudo. Casi terminaba el test de la buena feminista, todavía mantenía abierta la ventana con la nota esa de las contradicciones femeninas y que nos gustan los tipos machos, pero no machistas, cuando se me aparecieron en pantalla `las 10 claves para encontrar a la mejor empleada doméstica’ y ¡zaz! tuve la revelación: el patriarcado más peligroso se esconde vestido de rosa en las pestañas de los portales femeninos.

El dedo en la llaga. Una catarata de justificaciones se amontona para responder la pregunta ineludible: ¿Se puede ser feminista y tener mucama?

Soy una mujer emancipada; periodista y madre que corre de acá para allá todo el día, chica Dove de axilas impecables y medidas “reales”, la casa, los pibes, la comida, la ropa ¡no doy abasto con todo! Necesito una empleada doméstica. Que sepa coser, que sepa bordar, que vaya a abrir la puerta y se ponga a jugar con mi hijo. Y que cocine, tienda la cama, limpie el baño, saque la basura.

El rinconcito de culpa, ahí donde se aloja mi militancia (por la igualdad de género) hizo que saliera corriendo a contratar una ART apenas se aprobó la ley que amplía los derechos de las trabajadoras de casas particulares y las acerca a la dignidad laboral. Las acerca, bien digo, no sea cosa que adquieran plenos derechos y se pidan médico. Porque es cierto que ahora por lo menos su labor está reconocida y regulada, pero el salario establecido sigue por debajo del mínimo, vital y móvil. O sea..

El ejercicio de la coherencia es algo que deberíamos practicar más seguido. Mientras tanto, mi remordimiento se mantiene intacto. La veo de reojo pasar por detrás mío con el trapo de piso y atino a cerrar el word. Sospecho que está despellejándome ahora mismo, “ay, la señorita es feminista, escribe sobre los derechos de las mujeres pero le tengo que sacar yo los pelos de la rejilla”. La pura verdad.

Más que merecido se tiene el sueldo, aguinaldo, vacaciones pagas y art esta señora a la que le debo mi independencia. Es que la autonomía se vuelve posible sólo si otra mujer viene a lavarte los platos. Por cada mina “liberada” de la rutina doméstica hay otra sometida a un doble esfuerzo. Lo sabemos, no nos hagamos las tontas. Es eso, o arremangarnos.


Pero forcemos la lógica hasta lo inverosímil. Desnudemos del todo la miserabilidad de nuestro enano machista. Ponele que viniera un tipo (un expulsado del sistema, un desempleado, padre de familia, bla bla) a ofrecerse para hacer la tarea doméstica. El señor lava, plancha, cocina y de yapa te arregla el cuerito, por la misma plata. ¿Lo contratarías? Dejame tu número flaco, cualquier cosa te llamo. Si voy a poner mi casa en manos de alguien que sea una mujer. Al fin y al cabo son más responsables y meticulosas.

Valeria Sampedro.

2 comentarios:

  1. Valeria, cada día te banco más. Coincido plenamente. Me pregunto lo mismo, todos los lunes y jueves, sobre todo cuando hablo con Eugenia y me dice que cuando llega a su casa, tiene que seguir limpiando. Te recomiendo unos libros "Historia de las mujeres" de Georges Duby, Michelle Perrot.

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