Pionera de la prensa
escrita por mujeres, columnista de Blackie, entrenadora en comunicación y, a
esta altura, personaje de culto, Dionisia Fontán cuenta cómo era, ayer nomás,
ejercer el oficio desde el anonimato. Memoria y balance de la misoginia
mediática, y agarrate porque no se salva ni la Negra Vernaci.
Siete de junio de 1979. Día del Periodista.
Mirtha Legrand deja los
cubiertos y pregunta a la única invitada femenina de su mesa: “Dígame, ¿cómo es
posible que en una empresa dirigida por una mujer -doña Ernestina-, las damas
no firmen?”. Aquel mediodía Dionisia Fontán soltó la lengua.
“Me mandé flor de discurso y en la
redacción se armó jaleo”. Dice flor,
dice jaleo y entendemos que ella pertenece
a otra generación. Habla y casi llegamos a sentir el humo de los puchos en el
ambiente, el traqueteo de las Olivetti, los teléfonos de línea, la teletipo. Y
en plena mística, una falda, las uñas pintadas y el metro cincuenta de esta
mujer que sólo podía firmar sus notas con una inicial.
“En Clarín yo era D.Fontán. Podía ser Darío Fontán, Domingo Fontán, quién sabía. Le
dije a Mirtha que me parecía injusto y recuerdo que aludí lo del viaje a la Luna porque justo se habían
cumplido diez años y me resultaba
incongruente: semejante hazaña espacial y las periodistas semiocultas
detrás de una inicial. Ridículo” El resto de los comensales, todos varones,
mudos masticaban. Ni A.
Conviene aclarar que estamos frente a
una colega que nos hizo justicia. Dionisia Fontán –hagámosle honor a su lucha: pongamos su nombre siempre completo-
logró visibilizar a las mujeres en el periodismo gráfico. Sin alardes de
militancia, ni proclamas feministas, ella exigió igualdad de género, empecinada
en que la valoraran estrictamente por su calidad profesional.
“En los
diarios había una misoginia absoluta. Las mujeres estábamos relegadas a los
temas femeninos, era impensable que pudiéramos escribir sobre política o
economía, por ejemplo. Entonces, nos quedaban las notas sociales y los temas
hogareños, el cuidado de las plantas, la puericultura, los asuntos de belleza.
La sección cocina, en cambio, tenía prestigio” concede con una mueca. Y
sí, en su hábitat natural ellas
podían tener nombre propio. Y ahí estaba Blanca Cotta, la primera que logró colar
su firma (al pie de cada receta). Pero Cora Cané, que lleva más de medio siglo a
cargo de sus misceláneas de contratapa debió esperar largos veinticinco años para
ver su nombre impreso en letras de molde. Sin ir tan lejos, entrá en la página
de Perfil.com y recorré la lista de columnistas… todos tienen pito. Volviendo a
lo de Mirtha, te decía: nunca supe si fue
coincidencia o si aquel pequeño revuelo televisivo influyó, pero al poco tiempo
las mujeres empezamos a firmar nuestras notas. Más de una compañera de
redacción me llamó para agradecerme” recuerda Dionisia Fontán.
La señora de las mil anécdotas se desata.
Transcribimos: “En la década del ’70 me ofrecieron hacer una columna de interés
general en la revista Siete Días. La columna se titulaba La Mujer. Y había
que redactar temas de minas, para
variar. Cuestioné un par de veces que en un medio apto para todo público,
hubiera un espacio dedicado a la mujer, pero no me dieron bolilla. Finalmente
saqué ventaja de las limitaciones y empecé a producir los temas que me
interesaban. De ser una columna pasó a ocupar media página y luego una página
completa.” Por aquel trabajo recibió el premio ADEPA en 1977 y -otra vez- fue
la primera mujer en obtener ese reconocimiento.
Sin embargo, ninguno de sus logros fue
acompañado de estabilidad económica. Ni laboral. Dionisia Fontán tuvo que
reinventarse mil veces. Además de gráfica, hizo radio, televisión y publicó varios
libros. Cada desafío implicó volver a empezar. Hoy se presenta como “entrenadora
en comunicación”. Y del tema, puede dar cátedra.
“Ahora me doy cuenta de que mi
mayor esfuerzo era siempre crear un espacio y mantenerlo. Los espacios eran
chiquitos, talle 36 o menos, angostos de caderas, je. Y había que hacerlos
engordar. Con Laura de Hoy (columna dominical del diario La Nación 1980-1991) bajé
línea y nadie se daba cuenta porque aparecía en el suple infantil y juvenil.
Eran temas fuertes para la época, enmascarados en las crónicas de una piba
argentina. Nunca en esos 11 años repetí una historia y pasaron tantas cosas. Al
país y a la autora. Escribí sobre la falta de trabajo, la discriminación, los
padres alcohólicos, la donación de órganos, la
elección vocacional. Laura tuvo un amigo desaparecido. Una abuela progresista. Un tío
Alberto, como el de Serrat, bien atorrante. Laura visitó a una ginecóloga. Y se
anticipó a comentar el tema de los hijos de padres divorciados, cuando todavía
no existía la ley.”
”Cuando propuse instalar Radio-grafías en La Nación –la única sección de
crítica y comentario radial, que se sigue publicando-, como lo consideraban una
novedad, estuve tres meses sin firmar las columnas. Salían todos los martes y
se hicieron muy populares. Tuve que insistir mucho para que apareciera mi
nombre al pie, ¿podés creerlo? Yo las escribí hasta mayo de 1996.”
A
propósito de la radio…
La radio es, de todos, el medio más
machista. Hasta el ochenta y pico, en Rivadavia se negaban a tomar operadoras
mujeres. Yo empecé en el 75, con Blackie, en Continental. Y te puedo decir que
ella fue una mosca blanca, nadie pudo ocupar su lugar. También trabajé en Del
Plata, hasta fines de 1988 y me tocó lidiar con conductores varones que apenas
me daban micrófono. Durante los años
que frecuenté el fierrito, escuché el mismo latiguillo: Nos hace falta
una voz femenina, aparte de la locutora, claro.
¿Pero no hay grandes voces femeninas en
el micrófono?
Contadas con los dedos de una mano. Nora
Perlé sigue con el mismo formato de hace más de cuatro décadas. Ella es muy
piola y produce o coproduce sus espacios. Betty Elizalde peleó muchísimo por
trascender a la locutora. Lo consiguió, tuvo muy buenos ciclos, pero le costaba
la continuidad. Es decir, no lograron crecer y permanecer y eso que pudieron haberse
convertido en pares de Badía, Bravo o Cacho Fontana. ¿Más ejemplos? Las
comentaristas de espectáculos de la vieja guardia integran algunos coros, pero
nunca pudieron mantener programas propios y buenos. Alicia Petti, Laura
Ubfal... En cambio, Guillermo Blanc se mantiene a través de las décadas y no es
mejor que ellas. Para nada. Podría seguir dándote nombres… María O’ Donnell
es "la” profesional, aparte de Magdalena, se entiende. Es preparada, sabe
de lo que habla, tiene una sólida base gráfica y, como creció entre
varones, conoce de fútbol y discute como un tipo.
¿En
serio no crees que ahora hay más presencia femenina en la radio?
Sí,
pero tampoco las dejan hablar. En las FM hay muchas pibas que festejan las
pavadas de los conductores y cada tanto logran meter un bocadito. Lo mismo ha
pasado con los chicos, ya veteranos, de la Rock & Pop. Son misóginos. Sólo permanece la Negra Vernaci porque
es atrevida y boca de letrina. Única. Si no fuera negocio, ya no estaría. Sus
imitadoras no prosperaron.
Volviendo a la gráfica. Pasaron 40 años y los “temas
femeninos” de las revistas para la mujer
no parecen haber cambiado demasiado.
Me
acuerdo la tapa de una revista con un título catástrofe que decía: Tetas o Culo, un debate nacional. Y tantas otras notas: Cómo atraer al hombre de tu vida disfrazada
de leopardo, o A la hora del sexo,
nada de excusarte con que te duele la cabeza y mil boludeces por el estilo
que, por lo visto, las minas compran. La cirugía estética es un regalo que se
financia con más cuotas que una heladera, y eso no está mal, pero lo que irrita
es la exaltación de la imagen. Sí, lamentablemente la mujer sigue siendo
objeto.
Valeria Sampedro
Nota censurada en el sitio Entremujeres de Clarín (mar/2013)
por sentirse aludidas, las editoras decidieron no publicarla.
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