sábado, 3 de mayo de 2014

¡Abuela las pelotas!

Fue la compositora folk más importante del siglo XX. Empezó su carrera a la edad en que otras se jubilan. Ahora se cumplen 50 de su canción Little Boxes, que se convirtió en un himno. Malvina Reynolds. Letra y música de una viejita copada.

“Ustedes dirán esta simpática abuela, que hace cookies y canta a los niños. y ese no es mi personaje en absoluto. Tengo una mirada muy áspera hacia muchos aspectos de la vida, y soy bastante elocuente al respecto. Así que no soy tu abuelita agradable.” 
Ni delantal, ni chancletas. Pero tampoco el disfraz de vaquera, con falda de jean y botas tejanas. No le hacía falta. Lejos del arquetipo de la abuela de los cuentos, Malvina Reynolds florecía a la edad en que la mayoría de las mujeres hace los trámites de jubilación. 
Sesenta y dos pirulos, el pelo todo blanco y anteojos enormes tenía cuando compuso la canción “Little Boxes”. Acababa de empezar su carrera como compositora y cantante folk. Atrás quedaban la maestra, la obrera de fábrica, la licenciada en letras. Activista social y miembro del Partido Comunista, había escrito artículos en varios periódicos, tenía un doctorado en Filología Románica, una hija, un divorcio encima y un nuevo marido (el bueno de Bud Reynolds) del que tomó el apellido. Y un día quiso dedicarse a hacer canciones. Por entonces, Pete Seeger, ya era una leyenda del género. Así recuerda Pete su primer encuentro con ella: “En 1947, en una fiesta en Los Angeles, una mujer de mediana edad vino a verme y me dijo, ´me gustaría hacer lo que usted hace, cantar para la gente que intenta hacer algo bueno desde su rincón del mundo´. Ella tenía unos 50 años, y la cabeza cubierta de canas. Yo tenía 28; me acuerdo de pensar ´Vaya, está un poco vieja para empezar. Claro que yo aún tenía mucho que aprender”.
Un cancionero repleto de hits le echaría por la cabeza, la tal Malvina, a ese impertinente que al final cayó rendido ante la evidencia.

Little Boxes (*)
Pequeñas cajas en la ladera / Cajitas hechas de ticky-tacky /
todas se ven igual
Hay una verde, una rosa / Una azul y una amarilla /
todas hechas de ticky-tacky / y todas se ven igual.
Y las personas, en las casas / fueron todas a la universidad
donde fueron puestas en cajas / Y salieron todas iguales.
Y hay médicos y abogados / y hombres de negocios
Y estan todos hechos de ticky-tacky
Y todos se ven iguales.

Ticky-tacky es una de esas frases intraducibles del inglés que remite a algo de  mala calidad, hecho con materiales baratos y poco oficio. Con esa carga mordaz doña Reynolds salió a describir el desarrollo de los suburbios en los Estados Unidos de posguerra, una diatriba sobre ese limbo de casitas de barrio alto donde cierta gente de clase media acomodada pretendía refugiarse del resto. El gen del country, y del american way of life: gente uniformada con ropa de marca, que juega al golf, toma Martini seco, tiene niños bonitos que irán a la universidad y serán puestos en cajas. Ticky-tacky.
La canción se convirtió en un himno y terminó siendo un eslogan de los años ´60. Malvina llevaba por lo menos medio siglo afilando el lápiz. Hija de inmigrantes, socialistas, y para colmo judíos, entendió desde bien temprano eso de la militancia y la lucha. Ya de pibita soñaba con ser una estrella de cine, pero como era rematadamente tímida, mejor estudiar el bachiller. Su casa estaba siempre llena de gente; se crió entre reuniones y debates políticos.
En la escuela armó su pequeño movimiento de liberación femenina. Y se plantó en la oficina del director con su reclamo de igualdad de género. “Al mediodía, los chicos podían salir del colegio para jugar en las calles y comprar hamburguesas o bebidas. Hice circular una petición para que a las niñas también se les permita salir. La respuesta fue no, que no era apropiado para las mujeres estar en la calle. Entonces pedimos que a los varones también se les restringiera la salida”.

Punto aparte. Y un párrafo para la historia de amor. Con Bud, se conocieron en un baile cuando ella todavía estaba en la escuela. El era guapo, afiliado al PC y siete años mayor. Solían ir al Golden Gate a leerse poemas. Pero no hubo correlato de confites. Malvina quiso seguir estudiando y al final terminó casándose con otro. Años después volvieron a cruzarse. Ella ya estaba divorciada, tenía 34 años y entonces le dijo que sí. Al tiempo nació su única hija, Nancy. No necesitaban nada más.

Buddy fue su gran compañero. El la alentó a dejar la fábrica para dedicarse a la música. Y fue también su inspirador. Algo de razón tenía el viejo. En los 15 años que siguieron, Malvina compuso decenas de canciones que cantaron desde Joan Baez, o el propio Seeger, hasta Víctor Jara. Grabó nueve discos, tres de ellos con canciones para chicos. Y siguió actuando hasta el final. Murió a los 77. Su calendario de conciertos todavía tenía fechas programadas para la reina del folk.

Valeria Sampedro.

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