viernes, 23 de mayo de 2014

Aborto: cuando la decisión está tomada

Cada año, medio millón de mujeres aborta en la Argentina. La cuarta parte son menores de edad. En esa franja vulnerable trabaja Sandra Vázquez, médica de la primera consejería creada para dar respuesta a adolescentes con embarazos  no deseados. Cómo es ejercer justo en el límite entre la desesperación y la ilegalidad.


-Si esto es una consejería, ¿podríamos decir que sos una especie de consejera del aborto?
-Ni se te ocurra, hasta la palabra consejería preferimos evitar. Mejor hablar de asesoramiento del antes y el después. A algunos les cuesta entender, pero se trata simplemente de brindar información sobre lo que implica interrumpir un embarazo para que, si ya tomaron la decisión, no corran riesgos con la metodología que vayan a utilizar.
Sandra Vázquez es ginecóloga, tiene 51 años y desde hace 23 trabaja en el Servicio de Adolescencia del Hospital Argerich, el primero que implementó, en 2004, una oficina de atención especial para chicas en situación de aborto. Cada semana llegan hasta ahí de tres a cuatro chicas, que oscilan entre los 10 y los 21 años, quedaron embarazadas y necesitan ayuda.
“Lo que sabemos es que la mujer que está decidida a interrumpir el embarazo, lo va a hacer tenga o no la ley a favor. Nosotros tratamos de respetar la decisión autónoma de la paciente, sea cual fuere, sin juzgarla. Por ejemplo, si viene una adolescente embarazada de 15 semanas, le explicamos que cualquier cosa que haga va a implicar un riesgo para ella, y le hablamos de otras opciones, como puede ser dar en adopción al bebé. Si nos dicen que se van a poner una sonda, les advertimos el peligro que ese método implica. Y cuando llegan con el dato de ‘la medicación’, lo que hacemos es orientarlas para que utilicen la dosis adecuada, y no hagan disparates”.
La ‘medicación’ de la que habla la doctora Vázquez es el misoprostol, una droga indicada para el tratamiento de las úlceras gástricas que sirve también para inducir contracciones uterinas. El uso de esta pastilla como método abortivo se convirtió en una tendencia en los últimos años, sobre todo entre las adolescentes. Tanto, que cambió la incidencia de atención en los hospitales públicos: disminuyeron las infecciones y hemorragias graves por abortos provocados y aumentaron los casos de mujeres que van al hospital para que les completen el proceso iniciado con ese remedio.
“Las redes sociales y el boca a boca difundieron masivamente las propiedades del misoprostol. Es un medicamento que no esta autorizado para uso obstétrico y que nosotros no indicamos, ni tampoco recetamos, pero la realidad es que las mujeres lo consiguen y lo compran. Ante eso, lo que hacemos es brindar información cuando una paciente dice que lo va a utilizar; información científica que figura en las guías de la Organización Mundial de la Salud y la Federación Latinoamericana de Obstetricia.”
No es una muletilla. Sandra Vázquez repite la palabra “información” como un mantra. Insiste, machaca. Para ella hablar es la clave y la información -nunca más valiosa esta redundancia- es el ejercicio necesario para desarticular los tabúes. Hija de padre ginecólogo y madre partera, en su casa nunca el sexo ni el embarazo ni los anticonceptivos ni el aborto fueron malas palabras. “En mi familia se habló siempre abiertamente; hubo muchos abortos y mucha ayuda a mujeres que estaban en situaciones complicadas. Incluso tuve casos muy cercanos, de familiares directos”.
Fue ella, después de investigar la proliferación y el mal uso que se le daba al misoprostol, quien le propuso a las autoridades del Argerich habilitar un servicio para asesorar a adolescentes embarazadas y dispuestas a abortar.

-¿Cómo es trabajar en esa línea tan delgada entre la desesperación y la ilegalidad?
-Uno no puede cerrarle la puerta a una mujer que viene a pedir ayuda. Si lo que ella va a hacer es ilegal, hablar de eso no está fuera de la ley. Nosotros estaríamos haciendo algo ilegal si interviniésemos en el momento de la interrupción del embarazo. Pero toda contención anterior, y todo el tiempo posterior, de controles y de ofrecer alternativas de métodos anticonceptivos para el futuro, no. Este modelo lo copiamos de Uruguay; ellos ofrecen el servicio de asesoramiento a mujeres de cualquier edad, y así lograron bajar la mortalidad a cero.
Ella fue el resquicio. Mientras el debate de fondo se posterga, mientras se preparan protocolos de atención para casos no punibles, mientras el colectivo feminista marcha para que se respete la decisión sobre el propio cuerpo y la Iglesia pone el grito en el cielo, el sistema público de salud encontró la manera de que las mujeres no queden desprotegidas.
“Hay que sensibilizar a los profesionales; de hecho los ginecólogos son los más duros, aunque parezca mentira. En general son ellos los que ponen la barrera cuando una mujer se acerca a pedir ayuda. Nosotros, como médicos, tenemos la obligación de que esa mujer no se muera, no se inyecte, no termine perforada y de que si el día de mañana quiere tener un hijo, esté en condiciones de hacerlo”.
A partir del proyecto del Argerich, otros hospitales de distintas provincias replicaron la idea e implementaron sus propias consejerías. En la misma línea, el Ministerio de Salud de la Nación, a través del 0800 de salud reproductiva, brinda un listado de servicios ‘amigables’; es decir, lugares de atención segura donde poder consultar sin correr el riesgo de ser denunciada.
“Mueren cerca de cien mujeres por año como consecuencia de complicaciones por abortos mal hechos. Acá no pasa por lo que uno piensa en lo personal, sino por una obligación de dar respuesta a nuestros pacientes. Mi función dentro del sistema es intentar reducir la mortalidad materna”.
-Pero vos tendrás tu posición tomada sobre la despenalización…

Yo creo que es un tema que hay que enfrentar y discutir. Si no, es como meter la cabeza debajo de la baldosa. La realidad es que las mujeres abortan. Y que hay que trabajar en una serie de acciones paralelas para disminuir los embarazos no deseados, pero también debemos evitar que corran riesgos aquellas que decidan interrumpirlos. Yo podré estar a favor de la despenalización, y de hecho lo estoy. Eso sí, necesitamos que si se logran las leyes, se cumplan. La educación sexual es ley desde hace seis años y no se está cumpliendo adecuadamente. Hay provincias enteras donde los DIU no se colocan y los anticonceptivos no se entregan si el adolescente no va acompañado de un adulto. Entonces me parece que el cambio que se necesita es más profundo. Despenalizar el aborto no va a cambiar nada si todavía hay médicos que creen que hablar del tema está prohibido.
Valeria Sampedro.


(comparto el trabajo que hicimos para Telenoche sobre el modelo de Consejería que implementó Uruguay antes de la legalización del aborto)

http://www.eltrecetv.com.ar/telenoche/un-plan-para-luchar-contra-la-mortalidad-materna_057715

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